Todos los vehículos automóviles dotados de un motor térmico (tanto si es de gasolina como si es diesel) necesitan de un sistema de refrigeración adaptado para funcionar adecuadamente, es decir, que le proporcione una temperatura correcta y estable.
En el funcionamiento de un motor, sea por la propia combustión, sea por los rozamientos internos o sea por los elementos anexos se producen elevaciones de temperatura en el bloque motor que, de no ser controlados, provocarían su destrucción en un corto espacio de tiempo. Por tanto, es imprescindible controlar la temperatura del motor.
La regulación de la temperatura del motor se obtiene mediante el intercambio térmico con el entorno. La clave está en la expulsión al exterior del exceso de calor producido. Para ello hay que introducir líquido refrigerante en el radiador (de ahí que comúnmente también sea llamado 'radiador de agua').
Básicamente el usuario debe controlar dos elementos fundamentales en el vehículo: primero, el sensor de temperatura en el interior del habitáculo nunca debe sobrepasar el nivel indicado por el fabricante; segundo, el líquido refrigerante debe de ser de buena calidad, estar a un nivel adecuado y encontrarse en un buen estado (libre de óxido y no habiendo pasado un año de su uso).
Tal es la importancia del líquido refrigerante que la gran mayoría de los coches averiados que llega a nuestro taller se debe al uso indebido del líquido refrigerante, puesto que ello estropea los radiadores y otras partes del circuito. Esto se debe a tres destacados efectos producidos por un líquido refrigerante que haya incumplido las anteriores normas:
- Ataques por corrosión: esto sucede por el roce de partículas de óxido y por la electrólisis (proceso en el que la electricidad separa los elementos del compuesto). La corrosión empieza a manifestarse donde el espesor es menor, en los tubos del radiador.
- Pérdidas de líquido en los componentes del circuito: radiador (sea en los tubos, en la unión de los tubos con los colectores, en las esquinas del panal y como en las juntas de unión), manguitos, bomba de agua, termocontacto y termostato.
- Sobrepresión del circuito: en el caso de que el líquido esté en mal estado, el punto de ebullición desciende a menos de 110º. Esto provoca una situación extremadamente peligrosa, pues conlleva una acumulación de presión que desemboca en explosiones en el componente.
Insistimos en el buen uso de un líquido refrigerante de calidad. Para ello, tenga en cuenta los siguientes consejos:
- 1. Coste económico. Jamás le saldrá rentable ahorrar dinero en el líquido de refrigeración, pues repercute en el funcionamiento del circuito. No escatime en su gasto.
- 2. Homologación. Los líquidos refrigerantes deben de responder a normas de ensayo específicas reconocidas por los fabricantes de automóviles. Búsquelas en las etiquetas a la hora de adquirirlos: AFNOR 15.601, UNE 26.361.88, INTA 157413, ASTM D-3306, D-4656, D-4985, D-5345, SAE J-1704, FEDERAL STANDARD O-A-548D, BRISTISH STANDARD 6580...
- 3. Nivel del líquido. Cada vehículo lleva un medidor aconsejado por el fabricante. Revíselo.
- 4. Tiempo de uso. Este no debe exceder los 24 meses. Transcurrido este tiempo aconsejamos el cambio.
- 5. Limpieza de circuito. Al cambiar el radiador (por uno nuevo o reparado) es más que aconsejable realizar esta operación para no mezclar restos del líquido anterior, seguramente sucio. En caso contrario el radiador sufrirá una rápida corrosión.
- 6. Comprobación del estado. Se debería revisar el radiador periódicamente para comprobar que no tenga trazas de óxido. De ser así, es imprescindible proceder a limpiar el circuito y el radiador e introducir líquido refrigerante nuevo.